viernes, 26 de octubre de 2007

El que no arriesga puede ganar

Es la famosa la frase que indica "el que no arriesga no gana" como otra que reza "el que juega por necesidad pierde por obligación", el punto es que ello es mucho más arduo de decidirlo en la práctica y más aún sobre las 64 casillas del tablero de ajedrez.
La clave para decidir el nivel de riesgo que vamos a aceptar en la partida depende de la evaluación objetiva de la posición (elemento preponderante) y tras realizar ese balance podríamos recién entonces aventurar hipótesis de cursos de acción:

a) Partida ganada: propiciar el mínimo riesgo posible, el curso normal del juego debería decantar en victoria del bando netamente superior.

b) Partida superior: aquí el nivel de riesgo puede aumentar en la medida que se precise para imponer la supremacía obtenida hasta el momento.

c) Partida igualada: si existe una chance tentadora que merece tomar un riesgo importante ha de evaluarse, si no, habrá que manejar el juego con sumo tranquilidad, buscando la victoria sin apuro y teniendo mucha atención a lo actuado por el oponente.

d) Posición inferior: hay coyunturas difíciles pero no imposibles, en estos casos con un juego sólido, preventivo del plan rival el desarrollo de los acontecimientos debería ser positivo para el bando inferior.

e) Posición perdida: en el caso de una posición muy mala todo riesgo - de la magnitud que sea - es beneficioso ya que el curso normal del juego ha de conducir con seguridad a una derrota. En su excelente libro El camino hacia el progreso en ajedrez el GM Yermolinsky opina que ante una situación desesperada lo mejor es ofrecerle al rival varios caminos de victoria, para que la duda y la ambición por encontrar el sendero perfecto, lo hagan dudar y en ese contexto propiciar el error adversario.

Tal cual sentencian los entrenadores experimentados, basándose en enseñanzas de la gran escuela soviética de ajedrez, la idea de la partida (posiblemente aplicable a otros ámbitos) es jugar por dos resultados: ganar y empatar. Y para ello es conveniente elegir (si es que la posición lo permite) una alternativa que no brinda contrachances al contrincante.
Hace falta arriesgar para obtener el triunfo, pero en muchos casos, si se es sutil en el pensamiento, puede que con un leve nivel de riesgo se pueda conseguir el objetivo de vencer frente al tablero.