lunes, 22 de septiembre de 2014

La era de los Justos

Van a cumplirse, quizás a fines de Noviembre, treinta años de la última función.
Fue seguro en la terraza del tercer piso de la querida Escuela Ursula LLames de Lapuente.que da a calle Charcas (hoy naturalizada en boulevard República Dominicana).
Esta historia debería y deberá extenderse a un club que adoptó a muchos de los que fuimos a ese colegio y aún sigue en pie en pleno Palermo Viejo, aunque a muchos asesores inmobiliarios se les plazca decir que está enclavado en Palermo Hollywood: el querido club Eros, sito en la esquina de Honduras y Uriarte.
Allá por 1981 se iniciaron los torneos de fútbol que iban desde tercer grado hasta séptimo. Estábamos en cuarto y el "B" armó dos equipos uno llamado San Martín y el otro Belgrano, que no tenían una organización acorde a jugar en serio.
Fue entonces que al año siguiente nos preparamos, nos dijimos: el "B" va a armar un sólo equipo y pusimos de director técnico al padre de Pablo: Néstor Scorofitz.
Resulta que al llegar la reunión de la Cooperadora a Néstor le alcanzó el dinero recaudado exactamente y, niños olvidadizos no le habíamos dado un nombre para inscribirnos. No había celulares, menos mensajes de texto y eran las 22 hs ¿qué hacer? Nuestro DT la pensó y, tipo capo, nos puso"Los Justos".
¡Cómo poder explicar en clase a la mañana siguiente que ya eramos Los Justos! Pablo no sabía que decir y muchos de nosotros no entendíamos el nombre, pero claro, la justificación estaba en que habíamos llegado con la última moneda a inscribirnos.
Pasado el estupor, fuimos haciéndonos piel de nuestra denominación y ya nadie, nunca más pudo ni quiso cambiarla: fuimos Los Justos para siempre (aún hoy a treinta años de esos lindos recuerdos).
Empezamos en 1982, en el ya citado Eros. Jugábamos más o menos de Agosto a Noviembre y siempre nos tocaba los sábados alrededor de las 16 o 17 hs (antes de los de sexto y séptimo y después de los de quinto y cuarto). Recuerdo que era llegar, saludos a los compañeros y escuchar gritos, pelotazos, todo era ensordecedor pero muy estimulante: en breve había que salir a la cancha. Néstor hablaba poco pero era claro, puntual. Quería que toquemos y no rifemos la pelota, a mi me pedía que corte y se la pase a Pablo que manejaba los hilos del equipo, luego Daniel Ramos y Juan Pablo Rosello (vedetteando entre ellos) pero jugaban para ver quien hacía más goles. Atrás Juan Ramón, aparte de buen arquero, solía en ocasiones "cancherear" un poco cuando alguna de las chicas que eran sus admiradoras venían a ver nuestro match. Además Estebán Bujalis por la derecha y Matías Gallo por la izquierda eran dos relojes, yo debía ser el nexo entre la defensa y el medio. Aparte de ellos muchos otros estaban: Ale Costábile (Eduardo para nosotros) , Gastón Paganini, Fede Lerner y muchos más, todos con afán de sumar para el grupo.
Ganamos todos los partidos en ese 1982 (creo que desde las primeras líneas todo lector se habrá percatado de la subjetividad de esta nota) pero el decisivo fue el último contra Quinto A que para mi eran los Fulbipibes pero hasta ahora ninguno de ellos me ha podido ratificarlo. Un domingo a la mañana (creo que la tarde del sábado fue lluviosa) cerca de las 11 hs con sol, medio fresco y un clima de tensión único, no porque nos lleváramos mal, sino porque para ambos equipos era como jugar la final de la Libertadores (años en lo que Independiente aún reinaba en ella). Recuerdo, si no me estoy equivocando en mi memoria, la premisa que me dio Néstor: "Tapalo a Horacio Vidal y Vedia, no lo dejes patear". Facilita la que me tocaba, Horacio era un tanque y cuando le pegaba era medio gol. Empezamos 1 a 0 arriba y en seguida empataron (creo que se me escapó justamente él) luego nos pusimos 2 a 1 (¿Ramos o Rosello?) se vino el 2-2. Ese día también la rompió Luciano Iucht, nos costaba marcar y eran veloces. Tres dos nosotros, tres a tres ya promediando el segundo tiempo y faltando menos de diez, sí ¿cómo me lo voy a olvidar? Se fue Ramos salió el arquero (creo que era Iván el caníbal, apodo autopropiciado) hubo un rebote y yo que venía siguiendo la jugada metí el 4-3. Aún hoy podría ir a la canchita del Eros y repasar con milímetro ese tanto. Fue el decisivo, aguantamos y ganamos. ¡Campeones!! Seguramente muchos de nosotros tenemos la copita con un futbolista pateando el balón.
En 1983, se avecinaba la democracia, y tuvimos cambios. Esta vez el técnico fue Cacho Rosello, no porque hubiera problemas con Néstor, simplemente creo que él quería darse ese gusto y la verdad, fue lindo para todos. Antes de empezar el torneo, hacia fines de Agosto nos regaló a todos los Justos la camiseta de Argentina (para él, en verdad, de su amado Racing que languidecía a punto de irse a la B). En las vacaciones de invierno tuvimos un torneo preparación (dirigidos aún por Néstor) donde los de séptimo B y C nos demostraron los fuertes que eran. Hicimos buenos partidos pero perdimos con el C (máximo candidato a ganar en el torneo de sexto y séptimo que nos tocaba competir). Se venían batallas colosales.
Los sextos eramos todos parejos: el A, nosotros el B y los Pumas del C (con Santi Blum, Martín Grandes, Romeo, Luciani, Juan Cruz etc etc). Pero los de séptimo metían miedo... En el B parecían todos jugadores de rugby (en cada choque nos mataban) y los del C (me acuerdo de Agustín Daverio) nos sacaban varios una cabeza de ventaja.
Cacho Rosello hablaba menos que Néstor, era motivador y reiteraba cuidado con los altos, ojo que le pegan al arco, etc etc. Nosotros, lo entendíamos bien y su mensaje -como el de Néstor - nos llegaba. Nos cistó ganar muchos partidas sobre todo al Sexto C, los Pumas, pero ese día más que Ramos o Rosello, Pablito estuvo inspirado (casi un Bochini o un Burruchaga de por aquél entonces de su Rojo) y metió como tres goles, de hecho, si la memoria no me falla a Santi lo expulsaron ese dia por un patadón justamente a él. De a poco, como un camino de mano única, nos topamos con Séptimo C, si si, los que nos habían ganado en el torneo preparatorio, los rubios, los altos, los virtuosos de la redonda. Cara a cara siete contra siete: la final, el partido esperado durante dos meses.
Sábado a la tarde, calor de Noviembre, mucha expectactiva y todos los boletos a favor de nuestros oponente pero...Cacho dijo "Vamos que podemos che" con su acento puntano, tranquilo, nos fue metiendo en el partido. "Pablo (el más alto por entonces) vos lo marcas a Agustín en los corners, vos Alejo cubri los rebotes y si queda por ahi, pase a Daniel o Juan Pablo". Empezamos...mal,mal. A los 20 del primero íbamos 3-0 abajo y yo había hecho el 0-1 en contra cuando le pegaron muy fuerte desde lejos y yo la cabeceé para sacarla al corner y la peñota se metió en el ángulo superior izquierdo de Juan Ramón (en el arco que daba al escenario de la entidad). Por suerte, no nos caímos jamás y, gracias a Dios metí el 1-3 de tiro libre, fuerte, seco abajo. Luego aparecieron los genios del equipo Pablo, Daniel y Juan Pablo y nos fuimos al descanso ya 3-3. Estábamos muy fuertes, muy seguros, habíamos levantado un partido perdido, el segundo tiempo tenía que ser nuestro y lo fue, ganamos de punta a punta: Juan Ramón no canchereaba, Bujalis era un león como Matías, yo cortaba y le daba la bola a Pablo quien, a puro gambeta o pase dejaba solos a Ramos y Rosello. Fue creo, el mejor partida de nuestras vidas, el mejor concierto que pudimos dar: vencimos 6 a 4 con un juego que aún hoy me emociona de sólo recordarlo. ¡Campeones otra vez y venciendo a los de séptimo grado!! Invictos, con todos los partidos ganados. Si hasta puedo recordar las lágrimas de Juan Ramón, Pablito, Ramos y Rosello abrazados como novios!! Matías, Estebán, Eduardo, Cacho, yo, todos felices, plenos de haber conseguido la hazaña que nunca podremos olvidar en nuestras vidas porque, aunque sea un partido de niños, para nosotros (creídos gladiadores de Wembley o del Bernabeu) era EL PARTIDO.
Fue así, como en un sueño que revivo ahora, que llegamos a 1984.
Era nuestro último año en el cole y todo era felicidad pero había mucho de nostalgia.
Ya no estaba el Eros como sede del torneo y nosotros, los Justos, habíamos perdido a Juan Pablo Rosello y su padre Cacho que debieron retornar a su San Luis natal. Matías Gallo tenía rugby y ese año la pechera le tocó a Ale Costábile. Eramos seis en vez de siete y jugando allí: en el patio del Colegio, arriba de todo, cerca del sol y del cielo.
Néstor había vuelto a dirigirnos y la fe, la confianza era la misma pero esta vez aparte de los otros séptimos estaba Sexto A que era bravo y les ganaba a todos. Varios lo habíamos ido a ver jugar: Luc manejaba hasta el árbitro y Turek era muy peligroso, tocaban bien, pero había que saberles armar un plan de juego.
Fuimos ganando partidos muy duros entre ellos a Los Quijotes y a los Pumas del C y no debíamos haber jugado con el A que, ese día no había presentado todo el equipo pero, le jugamos igual, canchereamos y entre Matías Losteau y Luciano Iucht nos bajaron los humos... Creo que perdimos 5-3: durísimo. Seguíamos punteros pero...nos quedaba el Sexto peligroso, el "A", y ese día era ganar o perder el campeonato.
Habrá sido hacia mediados de Noviembre de 1984, tarde agradable y no con tanto sol. Ese jornada los Justos como tales dijeron Adiós pero nos fuimos, pasamos a la historia con un partido memorable, donde no le dejamos tocar la pelota a Luc ni a Nadie y ganamos creo que 5 a 2. No fue un baile pero en ningún momento del partido dejamos de tener las riendas. Tal vez, pensando en que era nuestro último año y nuestro último partido oficial, dejamos el alma. Ramos fue implacable, Scoro el genio que movía los hilos, Costa igual que Buja impasables, Juan Ramón (no se si en algún momento no entro Paga también) fue el de siempre: para la foto pero la sacaba y yo colaborando como sea. Si recuerdo que, como en quinto, en sexto y en séptimo, por qué no, hice un gol en esa final.. 
Fue un día cercano al verano, al fin de nuestro ciclo escolar en una Escuela orgullo de la perdida educación pública. Empezaba la democracia, echábamos andar un grupo grande chicos y chicas que hoy son hombres y mujeres de bien.
Era el fin de los Justos, era tal vez, el comienzo de nuestras vidas hacia la adultez. Se nos iba en cuerpo, pero no en alma el niño que todos llevamos dentro y que en estas líneas pretendo recrear.
Vaya en cada gol, en cada abrazo, en cada pelota disputada con un compañero (nunca rival) un abrazo a todos los que hicieron que mi infancia y la de muchos otros deba ser recordada así, con alegría, con orgullo, con nostalgia pero con el pecho bien inflado de poder decir HEMOS SIDO FELICES JUGANDO AL FÚTBOL.

Alejo de Dovitiis 21/9/2014

miércoles, 10 de septiembre de 2014

A cuento de un Maestro



Erase una vez en el medio del desierto patagónico, un lugar inhóspito donde costaba acceder a la humilde aula del pueblo.  Juancito, con sus ocho años y su mochila a cuestas a duras penas llegaba a su endeble escuela.  
El docente multifunción se desvivía por impartir conocimientos a niños de distintas edades en simultáneo y sin contar con modernos elementos.
– ¿Para qué sirven estos temas, cuándo podré aplicarlos? Vivía preguntándose en forma desesperanzada el niño.Su mirada al horizonte no encontraba respuesta.
Pasaron los tiempos, los lugares y las circunstancias, y un día de unos veinte años después –ya trabajando en una organización de una gran urbe–  la vida puso a aquél nene ante una disyuntiva: desde su escritorio y como experto en temas informáticos estaba a un enter de poder embolsarse una importante suma de dinero que debía ser destinada a una fundación para la ayuda de escuelas rurales.  Era plata, era fácil, podía ser ya suya pero…algo estremeció su ser, una fuerza interna, una voluntad superior lo encaminó a realizar lo que correspondía pese a los laxos controles que le hubieran permitido desviar esa donación: fue entonces que su mouse se orientó hacia la celda indicada y el donativo, sin más, fue a parar a donde debía ir.  Una extraña pero placentera sensación recorrió su cuerpo, muchas imágenes lo trasladaron hacia su pasado y todas esas escenas se detuvieron en aquella sonrisa de su profe: sí, el mismo del cual él pensaba que sus enseñanzas eran poco útiles para su vida adulta. Fue entonces que comprendió, como nunca, el significado de la palabra MAESTRO.

Alejo de Dovitiis © 2014