miércoles, 22 de enero de 2020

El cuento que la Argentina y Soriano se deben

Un crepúsculo caluroso de verano en las playas orientales, ducha mediante, alcancé a oír la triste noticia de la muerte de Osvaldo Soriano. Era un 29 de enero de 1997.
Sabía de él desde tiempo atrás, por las citas de Víctor Hugo en su tira Competencia, más aún por los recitados inigualables de Alejandro Apo también en radio Continental y, desde ya, por sus columnas de contratapa en Página 12, en las cuales mezclaba todo tipo de temas con su mágica pluma.
Imposible olvidar sus cuentos de partidos de fútbol en la Patagonia (reales o tal vez imaginarios) pero vívidos, gráficos de un ritual bien argentino.
Maravillosos sus libros, entre los que creo preferir El ojo de la Patria, aunque todos tienen su brillantez, su tinte agudo, pero a la vez pacificador.


Noto, en estos días de violencia generalizada, de proliferación de videos aberrantes, que él, el Gordo Soriano hablaba con fanatismo de San Lorenzo, pero jamás hiriendo a la gente de Huracán; que sus notas hablaban de su exilio, pero sin golpear a sectores contrarios a su ideología. Que abordaba la política pero sin dejar un reguero de pólvora.
¿No había debates, distintos pensamientos en los 70, 80 y 90?
¿Por qué la violencia pasó de la macro a la micro?
Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a muchas barbaries, de distinta índole, cayendo en la anestesia de la impotencia. 
¿También debemos soportar la violencia cotidiana, filmada como un hecho trivial?
¿Por qué no rescatamos el mensaje agudo pero sereno, firme pero no hiriente del gran Osvaldo?
¿No será momento de qué Argentina se digne a un exorcismo? (como él que jocosamente solicitaba para su Ciclón cuando llevaba en 1994, veinte años sin ser campeón).
Ya no vive el cura Lorenzo Massa pero... allá lejos como la Bruselas o París del exilio de Soriano, existe el Estado del Vaticano, donde otro Santo de ley, nuestro Papa Francisco podría tomar la iniciativa de venir a nuestra Tierra y juntar en un mismo palco a todos los presidentes de la era democrática para un iniciar un camino de reconciliación, antigrieta, de respeto al prójimo que impida que nuestro destino termine siendo Triste, solitario y final.
En una de esas, es el cuento fantástico que Soriano está escribiendo desde el Cielo.

Alejo de Dovitiis ©2020