miércoles, 10 de junio de 2020

8 de Junio de 1990

El CBC era para mi algo raro, distinto al querido Nicolás Avellaneda, con una atmósfera de muchos jóvenes que caminan pronto hacia sus respectivas aulas, sin mucho diálogo: había desaparecido el patio.
La materia Sociedad y Estado me caía bien, pese a que por horario tenía que ir lunes y jueves a las 21 hs hasta la sede de Drago (justo al lado de la vía del tren Mitre). 
¡Qué poco tren tenía por entonces! Yo me arreglaba con el 111 (que jamás venía) o el 39 para ir a Palermo Viejo (aún Hollywood no existía, tan solo un incipiente edificio del multimedios América).
Pero el tema eran Pensamiento Científico (que la historia da para otro posteo) y Sociología... a fines de Abril nos anunciaron que tendríamos el primer parcial el 8 de Junio y que el titular de cátedra Daniel Filmus iba a venir a tomarnos (una argucia que se repetirá a lo largo de la carrera).
Arreciaba el frío, tuve una gran gripe y se me pasaban los días intentando comprender a Max Weber, Emile Durkheim y tantos otros.
Debí trazarme una meta, un incentivo, para llegar a aquel 8 de Junio a las 9 de la mañana y ese era ¡Argentina vs Camerún!: partido inaugural del Mundial que se disputaría por la tarde nuestra.
La llama encendida del fútbol, de volver a ver a Diego en un mundial, podía mantener fuerte la moral para estudiar temas de una aridez sorprendente.
Finalmente llegó el día, con frío, con sueño con ganas de rendir e irme a poner la tele y ver como desde Trigoria nuestra selección se aprestaba al primer choque, defendiendo la Copa del Mundo.
El examen fue muy duro y tiempo después un lapidario 4 me encaminó a un final muchos meses después, pero en el fútbol la nota no fue mucho mayor. A Filmus lo vi muchos años después en el Ministerio de Educación.
Argentina cumplió con la costumbre que el campeón mundial no ganaba el partido inaugural y, cuando apareció Omam-Biyik en el área chica todo se derrumbó... nos fuimos al ataque como se podía, con Ruggeri de 9, con un desconcierto pocas veces visto que no alcanzó para revertir el 0-1.
Sin embargo, varios milagros estaban por venir y la cábala de ir a ver el partido con otros chicos a lo de mi amigo Fefe, se mantuvo desde el 2-0 a la URSS hasta la final con Alemania.
El incentivo mantuvo fuerte mi moral, pero el estudio y el fútbol me volvieron a la realidad.
Que hayan pasado treinta años no me quita de la memoria esas semanas electrizantes donde todo se vivía con gran intensidad y el fútbol, aún manejado por Don Julio, tenía una organización alemana comparado con la de hoy.

Alejo de Dovitiis © 2020