martes, 8 de junio de 2010

Las fabulosas experiencias con el profesor Laplaza I

Un viernes de diciembre de 1982 llegó al Club Argentino de ajedrez una carta de invitación al Magistral de Cadetes (sub 16) Playa Unión 1983 para Claudio Decovitis. ¿Quién era ese alumno? Nadie lo conocía en la escuelita de los viernes. A poco de releerla mi profesor Gustavo Del Castillo logró descifrar a quién iba dirigida: a mi.
Yo recién cumplía once años y me invitaban a jugar un torneo con varios de los mejores jugadores de Argentina ¡sub 16! Era demasiado fuerte el torneo pero la experiencia valía la pena.
Hacia fines de enero de 1983 fuimos con mis padres y mi hermano hacia Playa Unión, ubicada al lado de la capital chubutense Rawson, para pasar las vacaciones y jugar el torneo.
Desde el primer que lo conocí a Jorge ya me puso ante desafíos pues el sorteo se hacía entrando al mar, nadando hasta un bote que estaba unos veintes metros de la orilla, tomando de allí un globo y tras volver corriendo a una meta imaginaria debíamos reventarlo en presencia de toda la gente que participaba a pleno sol de la inauguración. Me tocó el número dos y aunque ello significó tener cinco partidas con blancas y cuatro con negras mi score en el torneo fue nulo ¡cero en nueve!
De izquierda a derecha: Marcelo Sosa, Andrés Benesko, Pablo Glavina, Gustavo Minacci, yo (casi no se me ve), Darío Pucheta, Rubén Lloyd, Ernesto Fulgenzi, Roberto Servat, Mauro Marey y Emilio Velazco (el árbitro). Antes de sambullirnos en el mar.

Durante esos días de gran experiencia desde lo personal pero de mucha dureza desde lo competitivo tuve la suerte de compartir y aprender muchas cosas con los pibes más grandes y a su vez de empezar a conocer al ya famoso y muy creativo profesor Jorge Laplaza. Él siempre hacía actividades extras como torneos de karting, metegol, truco entre otras cosas o por ejemplo nos llevó a ver la elección de la reina de Playa Unión en una carpa donde la colmaban más de dos mil personas. Antes de iniciarse el show mi madre fue a los baños, se perdió y no la querían dejar entrar, entonces para no tener inconvenientes entró del brazo del siempre muy caballero con la damas GM Oscar Panno (quien era jurado del concurso de belleza), tras ello el gran maestro argentino fue a ocupar su lugar de privilegio y mi madre volvió a su butaca donde la esperaba mi padre extrañado por su tardanza.
Realmente Jorge fue un anfitrión de primera con mi familia en ese primer viaje que realicé a la Patagonia argentina.
Recuerdo que un día nos llevó a su casa para mostrarnos sus libros y sus partidas por correspondencia que estaba disputando. Era un fanático total del ajedrez y ese entusiasmo le brotaba por los poros.
En medio del torneo, aproximadamente cuando iba 0/4, el sábado 29 de enero el GM Miguel Najdorf publicó en su habitual nota de cada sábado una nota titulada Los jóvenes talentos donde mostraba una partida de Tanner-de Dovitiis que le habría sorprendido porque a los once años le habría sacrificado la dama a un experimentado jugador. Esa nota fue una bendición para mi pero en el magistral me siguieron comiendo todas las piezas. Solamente pude hacer 4/7 en el abierto posterior al magistral el cual fuera ganado justamente por el GM Panno.
En un descanso entre rondas del open Laplaza me acercó al gran maestro Panno y me dijo: "Mostrale los libros que tenés" yo inmediatamente saque los libros de finales de la colección escaques a lo que el gran Ingeniero inmediatamente me replicó: "¡Qué buenos libros Alejo! Pero ¿Los leíste?? Esa fue una la primera de las muchas enseñanzas que Panno me ha dado.
Ya por emprender la vuelta con mis padres hacia Buenos Aires, felices por las vacaciones y yo triste por mi performance, Jorge me dijo: "Esto ha sido una gran experiencia para vos y espero la puedas capitalizar. Ojalá vengas muchos años más acá". Nos despedimos sin saber que iban a pasar ¡veinte años! para que yo volviera a sus pagos adoptivos.
Al volver al Club Argentino -del cual me había ido como un héroe y volvía casi como un villano- tuve la suerte de contar con dos profesores que me apoyaron en ese mal momento: tanto Del Castillo como Biagi al igual que mi familia y mis amigos me dieron fuerzas para seguir. Muchos otros se burlaban de aquel niño que era el campeón escolar de la ciudad de Buenos Aires con 9/9 pero que en Chubut había hecho justamente el opuesto 0/9. A cada uno que me preguntaba por mi mal torneo yo le decía que había aprendido mucho pero las caras de varios denotaban incredulidad.
A mediados de Julio de 1984 tras la frustrada realización del campeonato argentino sub 14 en Comodoro Rivadavia por una gran tormenta de nieve y luego de que me costara sangre, sudor y lágrimas clasificar a esa final (jamás me olvidaré que perdí un día del viaje de egresados del primario por el match con Graievsky) fui al Club Argentino un sábado con un chico de La Rioja llamado Méndez ya que era el día de descanso de ese torneo antes de la última ronda. Al llegar y sentarnos en la sala de abajo del club el profe Del Castillo me hizo pasar al frente, justo al lado del tablero gigante del match de 1954 entre Najdorf y Reshevsky, me acuerdo que había como unos treinta chicos sentados y dijo: "Vamos a darle un fuerte aplauso y mucha fuerza a Alejo que va puntero en el argentino infantil y que mañana juega la última ronda" entre los sentados, en un costado, casi como escondido mirando la clase, pude divisar a un hombre de lentes que aplaudía mientras se le escapaba una sonrisa de satisfacción: era ni más ni menos que el querido Jorge Laplaza.