domingo, 22 de enero de 2012

Las quejas del Gran Arturo

El pasado domingo 15 de enero, en la última nota de la revista La Nación, el escritor español Arturo Pérez Reverte -autor de La tabla de Flandes y persistente aficionado al ajedrez- se quejaba sobre la falta de ajedrez en las escuelas españolas en su artículo Sobre niños, vida y ajedrez cuyo link procedo a pasarles: http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/609/sobre-ninos-vida-y-ajedrez/.
Me gustado mucho este párrafo de la citada nota: "Después, los cuadros blancos y negros, las piezas en sus escaques, me ayudaron a entender mejor el mundo por donde eché a andar temprano, mochila al hombro. Gracias al ajedrez, o a los perfectos símbolos que lo inspiran -repito que soy jugador mediocre, a menudo torpe-, encajé de modo razonable el miedo al aguzado alfil, el horror de la torre devastadora, la soledad del peón aislado en su casilla, los cuadros blancos, negros, fundidos en grises, de la turbia condición humana".
No caben dudas del amor al ajedrez que tiene Pérez Reverte y de su poca imparcialidad en el análisis (cosa que a mí también me sucede al escribir estas líneas) pero en muchas ideas pone el acento sobre las íes. Veamos:
La clase política que dirige mi país (y la de la gran mayoría) no ve al ajedrez como un deporte y si lo piensa así, no lo cree masivo, merecedor de un gran apoyo. No suma votos el ajedrez, tal vez porque quienes estamos inmersos en él no lo sabemos vender (explicitar sus ricas cualidades).
La clase dirigente del ajedrez no se preocupa demasiado por el ajedrez en las escuelas, prefiere el ajedrez federado y que los colegios con sus profesores "hagan sus labores" sin molestar la de ellos (no sea cosa que los padres de esos infantes decidan que participen en el ajedrez escolar y no en los campeonatos argentinos). Lo que no entienden - a mi modesto entender- es que el ajedrez escolar es formativo y aparte de engrosar el desarrollo humanos de los niños, prepara a quienes los deseen para insertarse en el ajedrez competitivo, es decir, la escuela formará humanos, algunos de los cuales, serán grandes ajedrecistas y el resto tendrá la dicha de haber practicado una acción lúdica que, sin saberlo, le hizo mejorar su capacidad de razonamiento.
Los profesores nos ocupamos de nuestra "quintita" y si alguien osa tocar nuestro huerto ¡zas! le damos rápido un empujón u obramos en consecuencia para que ese "invasor molesto" salga despavorido. Yo debo estar inmerso en ésto, seguro, pero suelo destacar la tarea de otros profesores que desde el casi anonimato realizan una labor estupenda. ¿Conocen muchos lo qué realiza Andrés Koslab con los niños en Pico Truncado (Santa Cruz) a 2000 km al sur de Buenos Aires? ¿Sabrán algunos que el profesor Alberto Ganín trabaja de manera sobresaliente con niños de dos provincias en Ceres (Santa Fe) y Selva (Santiago del Estero)? Podría dar muchos ejemplos más y me quedaría corto, sin embargo, recuerdo con cuando con el MI Enrique Scarella, amigo y brillante profesor, quisimos hacer lazos con otros profesores de Argentina vía internet ninguno fue capaz de sumarse a la movida ¿y entonces? ¿Hay miedo a qué si mis alumnos ven otras ideas, otros profesores, dejen de "pertenecerme"? Una de las primeras cosas que les digo a alumnos que empiezan a trabajar conmigo y ya tiene profesor de antes es que nunca dejen de consultar y aprender de sus primeros maestros.
Los padres piensan en ¿qué será lo más rápido y eficaz para que mi nene sea campeón? olvidando que el juego tiene un raíz formativa de la personalidad, del ser humano que es cada uno de sus hijos. Muchos progenitores cuando buscan un profesor para sus hijos preguntan ¿Y este Fulano a quién tiene de alumnos, lo ha sacado campeón? ¿Y qué sea buena persona, que le inculque buenos valoress? Uhmm, eso es materia pendiente.
Los niños, o al menos vengo viendo ésto desde hace varios años, se interesan poco por aprender ajedrez, por conocer sus secretos, por amar sus historias, por sentirse parte de un juego infinito, que pueden usarlo en el futuro como una ciencia o hasta practicarlo como si fuera un arte donde su propia creación tendrá una valor espiritual único. Si ven a una gloria como el gran maestro Oscar Panno piensan en alguien que fue muy bueno, pero que ya no vale la pena aprender de él, consultarle ¿para qué?: lastimoso. Muchos de los mejores infantiles, cadetes y juveniles participan en abiertos pero no van a las brillantes clases del gm Valerga o del gm Slipak. Si total entran a argedrez (una web de mucho valor por cierto) y ven que juega su ocasional rival y después le ponen al Fritz (Houdini, o el programa que sea) una variante para que me diga como jugarla y listo... No intentan formarse aunque sea para competir, prefieren jugar por internet, torneos rápidos y creerse que "saben todo" hasta que algún experimentado ajedrecista les hace ver sobre las sesenta y cuatro casillas cuán lejos de la realidad están.
No debo olvidarme del segmento maestros, que muchas veces pregonan por su profesión pero no siempre obran en consecuencia. El ajedrez argentino puede y debe estar mejor, lo merecemos todos. Suelo pedir a mis colegas que se acerquen a los aficionados, no que sean una élite que se aparta y practica un ajedrez diferente. En esa pirámide que los halla en su cima hagan que los de abajo suban y todos el masa ajedrecística se moverá en consecuencia.
¿Qué nos queda? Mirarnos un poco cada uno al espejo, mejorar desde lo individual para provocar el ascenso en conjunto. Han pasado sesenta años desde la gloriosa década del 50 donde fuimos tres veces subcampeones olímpicos. ¿Volveremos a eso? No lo se, pero al menos intentemos crecer, cambiar. Entre todos podemos y ojalá lo logremos.

Alejo de Dovitiis ©2012