domingo, 13 de julio de 2014

A la final por cuarta vez y la calle Melincué

¿Cómo inicia uno el camino de la escritura en medio de tanta locura? 
¿Qué nos pasa como país que Mascherano parece ser más héroe que San Martín o Belgrano?
¿Seguirán siendo Lío, Pipita, Micho y no se cuántos más si el domingo perdemos por paliza? No, seguramente ninguna de las cosas suceda. 
Han pasado 24 años de la última final y 28 de la obtención de la segunda copa mundial. Pareciera ayer…pero es mucho, demasiado tiempo.
El maestro de ajedrez alemán Wolfang Pajeken me predijo hace poco en Grecia: 
-"Vamos a jugar con ustedes en instancias decisivas". 
-"¿Te parece? Lo veo muy inseguro a Argentina" (tras la victoria sobre Bosnia y Herzegovina) le dije.
- "Sí, aunque yo veo mal a nuestra selección, no me gusta nada el técnica Joachim Löw".
-" Ojalá que sí " alcancé a decirle y pusieron en marcha los relojes del torneo.
Buen ojo este alemán, tenía razón. Será una batalla total donde ellos tienen las mejores acciones pero... creo que en las finales somos bravos, dejaremos todo.

Se me viene a la mente la final del 78, un día de Junio de mucho frío, con nerviosismo, con el pingüino en la mesa de la casa de mi abuela, el televisor Phillips blanco y negro y la emoción final, el desahogo tras el tiro en el palo de Holanda en el minuto 89 más o menos. Al otro día, lunes, el Úrsula repleto de banderas y todos cantando para repetir ese festejo en el 79 cuando en Japón fuimos por primera vez campeones mundiales juveniles.
Vino el Mundial 1982 y con Maradona a la cabeza no nos fue bien, para nada. Lo vivimos en la escuela como algo que no podía ser, recordando lo de cuatro años antes. Teníamos un muy buen equipo pero…quedamos por el camino.
Y en el 86, tenía tan mala imagen Bilardo y el equipo (clasificado agónicamente por Passarela, Gareca y los mano a mano que contra peruanos solitarios tapó el Pato Fillol) que el partido despedida antes del mundial ¡lo hicieron en Colombia! Luego allí vimos al mejor jugador que en la vida puede hallar en un mundial: Diego Armando Maradona. Allí las cábalas empezaron y era ver los partidas en la casa de afuera, tomar un café por tiempo y pobre, mi recordado Papá, escuchar los partidos por radio. Así fue que tras el 2-0 a Alemania se lo vino a mirar y se vino el 2-2 y con mi hermano lo conminamos a volver al coche a escuchar a Muñoz para al rato verlo salir llorando cuando Burruchaga (un grande poco reconocido) supo definir una asistencia maestra del Diego a pocos minutos del final. Fue un momento que ahora, cada uno de los que lo vivimos, seguramente podría describir en detalle.
Y así llegamos al 90, Italia, un lugar caro a nuestros sentimientos, donde una vez más (como seremos ahora también) nos tocó ser visitantes totales. Un mundial donde la lista de Bilardo tal vez haya sido la peor junto con la de ahora de Sabella (varios remendados, muchos en el final de sus carreras) pero... a la final llegamos aunque no pudimos con Alemania que nos ganó también a pocos minutos del final con un penal que no nos pareció ser, pero... para el resto del mundo lo fue. Se decía que el referí Codezal era mexicano, hijo de uruguayos, que nos iba a ayudar y no se cuantas cosas más ¡Qué de pavadas qué hablamos durante todos los  mundiales! Perdimos bien y. punto, pero el sabor de haber sacado a Brasil (en el encuentro más injusto de la historia de los mundiales) y a Italia fue suficiente como para festejar a lo loco. 
El primer partido tras los parciales del CBC contra Camerún fue un 0-1 lamentable pero luego levantamos, con Diego remendado, con Caniggia solito, con un Troglio incansable y con Goyco atajando penales y salvando las papas. Tras ello decidimos ir a la casa de Fefe (que ahora anduvo por Brasil) a ver a Argentina y comer de todo, entre ellos las delicias que cocinaba la madre. Siempre en el departamento de la calle Melincué, haciendo cábalas y ¡hasta poniendo el retrato del padre el día que Italia que no pudo estar con nosotros por motivos laborales!! Nunca fallaron, hasta el penal de Bhreme en el minuto 84...
Fueron recuerdos imborrables, únicos, con Fefe, Julián, Eze, Eduardo, Jorge Luis, Diego y yo. Nunca más he vivido un mundial así, a lo loco, con una intensidad inigualable.
Luego vino 1994, Diego a full pero vino el tema del doping y tantas cosas más que ahora lo de Suárez me hizo recordar.
El 98 con Passarella y lo vi en Uruguay el partido con Holanda... felices ellos de nuestra eliminación (creo que son muy pocos mis amigos charrúas que quieren un maracanazo argentino).
Lo del 2002 inexplicable, un gran conjunto de nombres, un excelente técnico, un grupo muy jodido (al revés que ahora) y nos quedamos en primera vuelta.
Bien lo del 2006, siempre un señor Pekerman, en la victoria y en la derrota.
Lo del 2010 fue una ilusión que duró poco, Diego es el más grande pero adentro del campo.
Ahora vamos con todo, con mucha fe, recordando las otras tres finales (la cuarta quedo allá lejos en el tiempo, 1930 contra Uruguay), a mi Viejo, a Fefe tirando el diario sobre el televisor, a los cafés entre los tiempos, a la ansiedad por comer las galletitas marmoladas de su mamá y tomar gaseosa antes y después de cada encuentro.
Pase lo que tenga que suceder ¡¡Vamos Argentina!! Ya no importa que el equipo no me termine de convencer, que Messi sea un genio pero no Maradona, que Sabella sea inteligente pero ponga casi siempre a Gago o al Kun averiado.
Napoleón supo decirle a su ejército frente a las pirámides egipcias que veinte siglos de historia los contemplaban, si Obdulio Varela (quizás el último ícono futbolístico oriental) fue capaz de decirle a sus compañeros que los de afuera son de palo y en la cancha somos once contra once, creo que Sabella bien podría caberle la oportunidad de una arenga final: ¡28 años de sequía nos persiguen, dejémoslos atrás!
No nos apoya nadie (ojo, algo habremos hecho para ello, acá no hay UNASUR ni ocho cuartos), somos solamente nosotros, pero bueno, estrechemos filas y adelante, a dar batalla, a demostrar que cuando Argentina no anda del todo bien hay algo adentro que también suma y se llama HUEVOS.
¿Alcanzará eso y unos destellos de Messi y sus laderos contra la poderosa Alemania? La teoría dice que no, pero la práctica recién dará su veredicto al final del partido. Dios quiera que debamos cambiar la rima y ya no sea más “como en el 86”.

Alejo de Dovitiis © 2014